La prohibición de las drogas es un discurso caduco. Por cientos de años, a los mexicanos se les ha negado la exploración de sustancias y cosmogonías a partir de discursos prohibicionistas creados y establecidos desde el poder. Aunque las formas de gobierno y sus argumentos han cambiado, las sustancias psicoactivas han sido marginalizadas y utilizadas como un discurso para legitimar fines religiosos, políticos y económicos. Sin embargo, los recientes avances a nivel mundial en ciencia y derechos humanos demuestran que los efectos negativos de la prohibición superan por mucho los positivos: adición, encarcelamiento, violencia, narcotráfico, guerra… por lo que una nueva relación con las sustancias basada en la información comienza a contemplarse como la alternativa razonable.
Para comprender los fundamentos detrás de las políticas prohibicionistas, vale la pena recordar los distintos procesos históricos que el país ha experimentado en relación con las drogas. De acuerdo con Froylán Enciso, historiador mexicano y autor de Nuestra historia narcótica, Pasajes para (re)legalizar las drogas en México, los pueblos prehispánicos en México utilizaban sustancias enteógenas de las que ni si quiera tenemos un catálogo, algunas de ellas utilizadas para relacionarse con divinidades. Esto generó una respuesta por parte del imperio español:
“La primera prohibición de las drogas en México no sólo se instrumentó como consecuencia de la distopía farmacológica de médicos revolucionarios, ni sólo bajo el narcoimperialismo estadounidense, sino bajo el imperialismo español por motivos espirituales y no científicos, diplomáticos o comerciales. Por eso, de cierta manera, nuestra historia narcótica —es decir, de drogas malévolas y prohibidas— ha sido una sucesión de acciones interiorizadas desde el poder para mantener el despojo espiritual al que nos han sometido para que naciera la modernidad”, menciona el autor, y agrega que Estados Unidos (principal impulsor de la política prohibicionista a nivel mundial) no sería un factor fundamental para el prohibicionismo en México sino hasta el siglo 20.
En este sentido Aldo Contró, etnohistoriador y activista cannábico mexicano, mencionó en entrevista que el caso de la prohibición en México es particular porque a pesar de que Estados Unidos fue promotor de una política prohibicionista a lo largo del siglo 20, en México la prohibición comenzó varios años antes que en su vecino del norte, y se dio con razones ideológicas fundamentadas en la eugenética, es decir, que las las prácticas individuales y sociales influyen en la herencia genética.
“Después de la Revolución se llegó a manejar la idea de limpiar la raza de impurezas, sobre todo por el clima post revolucionario. El consumo de marihuana se asociaba con los indígenas —que habían aprendido a cultivar por los españoles, y comenzaron a fumar las flores—, con los presos y los soldados de la revolución. Se promulgó el decreto de “Disposiciones sobre el cultivo y el comercio de productos que degeneren la raza”, en donde se incluyó el cannabis, por creer que su consumo degeneraba la raza y la herencia genética”, comentó Contró.
Sumado a esto, de acuerdo con Froylán Enciso, la élite revolucionaria se alineó con Estados Unidos para llevar a cabo reuniones con trasfondo racista para prohibir el opio, la mariguana —que relacionaba con los trabajadores mexicanos que vivían en California—, y la cocaína.
Ante este panorama, el doctor Leopoldo Salazar Viniegra argumentó que la idea de que la mariguana afecta la salud es un mito:
“A finales de los 30, el doctor Leopoldo Salazar Viniegra promovió la noción de que el consumo no degenera la raza ni genera gente violenta. Se promovió un cambio en la normatividad y se promulgó el Reglamento federal de toxicomanías en 1940. Con esto se abría la puerta a consumo legal, suministrado por el Estado, a través de sus médicos”, cuenta Aldo Contró. “Sin embargo, para este momento Estados Unidos ya estaba promoviendo una política prohibicionista a nivel mundial, por lo que amenazó a México con suspender el comercio de medicinas con el fin de prohibir las drogas”.
La agenda prohibitiva se afianzó con los Tratados de Fiscalización de Drogas, firmados en la Convención Única de 1961 sobre Estupefacientes. Con esto, los países firmantes se obligaron a seguir políticas que persiguen el uso de drogas. Sin embargo, para Aldo Contró, en la actualidad los principales países que impulsaron el modelo prohibicionista —como Estados Unidos— son aquellos que ya se mueven hacia modelos regulatorios que permiten explorar y aprovechar los beneficios del cannabis y otras sustancias psicoativas. Por el contrario, son los países en donde se impusieron estos modelos los que más sufren de sus consecuencias.
En el caso de México, por ejemplo, las consecuencias de la guerra contra las drogas se hace presente con cientos de miles de muertos, desaparecidos y desplazados como consecuencia del narcotráfico generado por un mercado no regulado. Por otro lado, este paradigma estigmatiza a los consumidores de sustancias, haciéndolos vulnerables a extorsiones por parte de la autoridad y exponiéndose a puntos de venta clandestinos.
Como menciona Aldo Contró, algunos países ya comienzan a regirse con modelos regulatorios que permitan tener un control de las sustancias, principalmente la marihuana. Por ejemplo, cuando Portugal decriminalizó el uso de estupefacientes, se redujo el consumo de heroína y la transmisión de VIH. Recientemente, en varios estados de Estados Unidos el cannabis fue declarado un bien de primera necesidad, mientras que en Líbano el cultivo de cannabis medicinal fue aprobado para sanar la economía en medio de la crisis provocada por la pandemia de COVID-19. Los beneficios de regular las sustancias comienzan a ser visibles mientras los países migran de un modelo prohibitivo a uno de salud.
Al preguntarle cuáles son las razones actuales por las cuales la marihuana sigue siendo ilegal en México, Aldo Contró respondió que se debe principalmente a una falta de voluntad política.
“Me parece que desde hace varios años, la principal razón por la que no tenemos cannabis legal es una falta de voluntad política. Todo lo demás ya está. Hay evidencias desde la academia, tanto a nivel social como a nivel salud. Uno por uno se están rompiendo los mitos. Existe evidencia técnica y científica con la cual podrían respaldar una regulación. Hay una jurisprudencia que protege el uso y el cultivo de cannabis, y se presentan iniciativas al respecto a cada rato. El Estado tiene la obligación de regular consumo y cultivo personal por orden de la Suprema Corte de Justicia. Hay todo para romper con la prohibición, excepto que hay una falta de voluntad”, concluye Contró.
Las leyes y los estigmas que restringen el uso de cannabis —y en general de sustancias psicoactivas— tienen una larga historia de argumentos moralistas, políticos y económicos. Sin embargo una nueva era impulsada por la ciencia y los derechos humanos amenaza con desenmascarar el mensaje vacío detrás de las políticas represivas con las que se han regulado los enteógenos y las sustancias psicoactivas. Tanto por derechos humanos y la libertad de explorar nuestras conciencias como por los beneficios científicos y ambientales que significa regular, el mito de la prohibición se desmorona mientras un discurso de libertades y conocimiento emerge.
Jotvox Informa
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